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Foto del escritorCarles Aguilar

Correr, un acto de reflexión

Actualizado: 8 dic 2021


Correr y, especialmente, correr largas distancias es un continuo aprendizaje físico, pero sobre todo mental. Incluso me atrevería decir que se trata de una especie de crecimiento espiritual que está siempre en constante evolución.


A lo largo de esa larga trayectoria existen fases en las que el estado de forma es especialmente motivador y empuja de forma constante hacia la obsesiva persecución del crono para recortar algunos preciosos segundos e incluso, siendo más ambiciosos, algún minuto que realmente no tiene valor alguno pero que en el momento de conseguirlo uno piensa que se ha convertido en una especie de maquina indestructible.


En esta etapa de la trayectoria deportiva esos pequeños triunfos alimentan el ego de forma exponencial y eso no es algo, en principio, negativo puesto que esa confianza en uno mismo es el aliciente que en esas ocasiones especiales permite superar pequeños e incluso grandes obstáculos que parecían insalvables. Hasta que llega un momento en que esa madurez física y mental permite asumir el hecho de que uno no necesita demostrar nada a nadie y esa percepción facilita una mayor dosis de libertad.


Se asume la capacitada de realizar las actividades deportivas cuando y como uno quiere, sin ninguna necesidad de justificar tiempos, ni ritmos, ni distancias. Ya no se activa con tanta frecuencia la necesidad de una presencia constante para dejarse ver, para estar, de una forma u otra, en el centro de atención.


Siempre he pensado que un atleta desmotivado es una situación muy triste… Por eso es aconsejable que el ego siempre esté presente en nuestra filosofía, pero de una forma modulada en función de cada situación. A mayor dificultad o más dureza es el propio ego, la propia confianza en uno mismo, el motor que empuja los engranajes fuera de la zona de confort personal, pero sin perder en ningún momento el contacto la realidad.


Una realidad que puede alterarse o interpretarse de forma contraproducente cuando entran en juego las redes sociales. Un escenario en el que los corredores exponen sus logros cotidianos, a veces incluso, de forma compulsiva. Creo que todos hemos pasado por esta fase en la que al concluir el entreno o la competición se inicia un ritual en el que la máxima satisfacción se expresa cuando se han publicado en Facebook, Twitter o Instagram los kilómetros que se han hecho y los gráficos de ritmos y pulsaciones… Es la muestra evidente de que eres un corredor en fase de crecimiento, aunque esta acción también puede convertirse en una fuente de presión innecesaria si no somos capaces de interpretar los resultados de manera coherente y extraer las conclusiones oportunas.


Siempre habrá alguien que va a correr más rápido, alguien que va a hacer más kilómetros y eso puede conducir a frustraciones o al malentendido que puede suponer querer ir más allá de las propias limitaciones de cada uno dejándose llevar por mil y una frases de motivación que circulan por las redes y que lanzan el mensaje de que cualquiera puede conseguir prácticamente lo que se proponga con disciplina y sacrificio y constancia y eso no es así, de modo que este es un riesgo que puede costarnos muy caro. Hemos de reconocer nuestras limitaciones físicas y mentales y ser coherente con nuestros objetivos.


Lo que quiero decir es que llegado a un cierto nivel lo más aconsejable es ser un atleta reflexivo y no dejarse llevar por experiencia ajenas. Correr es una actividad espectacular y muy enriquecedora, pero corre cómo tu mismo decidas y en función de tus propias posibilidades. Es decir, conviértete en el discípulo de tus propias enseñanzas.


Podemos comunicar cualquier mensaje que suponga una aportación positiva pero no con la intención de sentar cátedra ni para querer convertirse en un gurú mediático. De cualquier forma, cuando tu imagen está expuesta en redes sociales estás en el foco de mucha gente y se generan interacciones que deberían tener un equilibrio bidireccional. Por tanto, los mensajes u opiniones que quedan reflejadas en la red debería ser aquellas que, bajo el punto de vista personal, aporten un valor añadido.


Correr para mi es una escuela de vida que se prologa a través del tiempo y todo lo que en ella se gestiona tiene algún tipo de trascendencia. De modo que el equilibrio entre cuerpo y mente y la capacidad de comunicar palabras e ideas constructivas es una de las claves a través de ese proceso que, sin duda, requiere de un largo tiempo gestación interior.

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